sábado, 17 de mayo de 2014

Si escribiera un libro, escribiría primero el final, mi única razón es que sé a dónde quiero llegar.



Artículo enviado por: Alejandra Sánchez Arriaga, 22 años, Licenciada en Turismo, de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, como parte de la campaña "Dile al Mundo lo que Piensas"

Siempre veo algo mejor para el mañana, para mi futuro, el de los míos y para los que pueda ayudar (apoyar a alguien resulta más satisfactorio para él que lo hace que para él que lo recibe), porque es así como he decidido que sea; el sabor de la felicidad, plenitud, éxito y el significado de compartir me atrae y me mueve más que cualquier otra cosa para dar pasos firmes. Una persona puede más de lo que cree y si en verdad en sí mismo cree. No hay límite para las mentes libres.

Si por el contrario todo hubiese sido diferente, si hubiera al menos sido un poco más fácil... hubiera dado resultados menos satisfactorios; esa impresión me da cada vez que echo un vistazo hacia atrás para indagar qué fue lo que me formó de esta forma, si tuviera la oportunidad de empezar de nuevo, no lo haría; si me viera obligada, lo haría todo igual, el arrepentimiento no tiene cabida, cualquier sentimiento uno menos deseado que otro, es parte de lo que nos permite sentir que estamos vivos.


La vida es compleja, difícil de definirla y si pudiera definirla preferiría no hacerlo para entonces vivirla.

He tenido la oportunidad de conocer varios paisajes, de vivir de otra manera, de sentir otras corrientes de aire, unas más frescas que otras, pero todas me han parecido fantásticas. Pudiera extrañar algún paisaje pero nada de lo pasado repetiría; tengo la creencia de que satisfecho se debe de estar con el ayer, el hoy y el mañana.

Tengo la dicha de conocer y de ser parte de la vida de pocas personas, maravillosas por cierto, con las que conocí y viví experiencias que marcan la vida de alguien; en apariencia eventos desafortunados pero que afortunadamente nos han ayudado a conocer lo que significan las palabras lealtad, coraje, lucha, fortaleza, unión, esperanza, fe y amor. Viví en una parte de la tierra en la que aprendí lo que era la impotencia ante la no resolución equitativa de los conflictos. Vivo ahora en el lugar en el que nací y dónde la lucha por el derecho propio y ajeno es el pan de cada día así como parte de su historia y hasta de su atracción turística económicamente remunerada. Pero los buenos tiempos se han ido, quién realmente sintió por lo que peleó no está más que en esos buenos relatos de los viejos y los libros.


En el transcurrir de los días las personas aparecen o desaparecen de tu vida, conforme gustes y permitas.

No pensando que pasaría al tiempo en el que mi amor propio crecía, apareció con quien ahora comparto mi tiempo, como cuando uno encuentra la calle deseada a transitar, así de simple pero con un significado en la vida impresionante. De esa persona obtengo el regalo más grande que pueda esperarse de alguien, su tiempo. Lo veo y siento que es la recompensa de la que se habla cuando haces muchos esfuerzos y cosas buenas por los demás. Agradezco haberlo conocido así como agradezco el día a día. Para caminar con alguien se debe primero aprender a caminar solo, así después el camino juntos puede volverse más fuerte y en caso de desearlo (mi caso) eterno.

Todo me lleva nuevamente a plantear que el deseo por ser feliz es fácil y el lograrlo lo es aún más, basta con detenerse un momento, verse vivo y ver alrededor con agradecimiento y satisfacción, aprender a sentirlo es lo difícil, hay que aprender a disfrutar de los días soleados tanto como de los días lluviosos. 

Redactado por Alejandra Sánchez Arriaga


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